Coloquémonos
en la situación de una persona y en este caso de un cantante, que ha sido
calificado como “la voz más armoniosa, sentimental, poderosa, portentosa y dulce de que
se tenga conocimiento” y además intérprete del más romántico de los
géneros: El Bolero. Es posible imaginar la pasión y encanto que despertaba
entre sus admiradoras (hoy es igual y así será siempre) y el deseo profundo de
algunas de ellas en pasar a ser más que admiradoras. Es indudable que esas
condiciones artísticas y la imagen de éxito, son como un imán que atrae amores
y desgracias.
Y
“la voz de oro de México”, aquel que poseía según los entendidos “una voz tan
bella como la de Beniamino Gigli, tan musical como la de Tito Schipa y tan
expresiva como la de Enrico Caruso” no podía escapar a las tentaciones del amor
y la aventura. Añadámosle a lo anterior el carácter altamente sociable del
personaje y su facilidad de hacer amistades, en fin era un personaje de esos
que llamamos “con carisma” y además de lo anterior su espíritu bohemio y su
gusto por la bebida y las mujeres lo convertían en presa fácil de las
tentaciones que depara el amor y la aventura.
Es
necesario recordar que este fascinante personaje había nacido en 1920 y que a
sus cortos 20 años contrajo matrimonio con su primer gran amor, su coterránea
tampiqueña María de la Luz Herrera Razo (1921-2010),
cuando las hojas del almanaque marcaban el mes de marzo de 1940. Ella fue su
bastón en el inicio de su carrera y la madre de sus hijos: Genaro Jr., y
Concepción. Vale acotar que su primogénito Genaro nació en 1939, cuando aún sus
padres no habían contraído matrimonio. (¡?¡). Ya a sus diecinueve septiembres
de vida, resaltaba sus dotes de conquistador y enamorado. Todo marchó bien en
su relación matrimonial, hasta que empezaron los reconocimientos, los
contratos, las grabaciones y las giras que fueron rompiendo el sagrado lazo
familiar y alejando cada día más al artista, de sus seres queridos.
Y
fue así como en 1945. Genaro Salinas saltó a La Habana (Cuba) en una gira para
presentarse en el entonces famoso cabaret “Copacabana” y allí conoció a la
cantante argentina de tangos María Elena
Tortolero, conocida en el medio artístico como “Malena de Toledo” y surge
eso que llaman “amor a primera vista” y sin pensarlo dos veces saltó a los
brazos de quien Homero Manzi inmortalizó en el tango “Malena” y deciden
residenciarse en Buenos Aires en compañía de los hijos de Genaro: Genarito y
Concepción.
A
principios de los años cincuenta, Salinas conoce a la actriz Zoe Ducós. Desde ese instante surgió
entre los dos un intenso amor que provocó la ruptura de Salinas con Malena.
Afectado por el grave problema familiar que le presentó, decidió regresar a
México y a fines de 1956 fue contratado por la televisión venezolana, por cuyo
motivo viajó a Caracas y se encontró con la sorpresa de que en el país se
hallaba trabajando en el Canal 2 su antiguo amor Zoe Ducòs, pero con el inconveniente de que ahora era ella la que
se encontraba casada y, además, con un hombre que le hará pagar cara la
interferencia en su vida sentimental.
COMO EL AGUA DEL RIO - Genaro Salinas
Aseguran algunos, pero sin evidencia cierta, que este hermoso bolero lo interpretó el artista pensando en Zoe Ducós, a tal punto que se tomó la libertad de hacer ciertos cambios en su letra.
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